Las rúbricas se utilizan como instrumento de evaluación de competencias en la educación superior. Se plantea la cuestión de si su uso es adecuado o un abuso. Las rúbricas han ganado popularidad por su capacidad para hacer transparentes los criterios de evaluación y alinearse con los resultados de aprendizaje. Sin embargo, no son consideradas una solución universal para las dificultades evaluativas.

Se presentan argumentos en contra, como la dificultad de encapsular aspectos complejos como las actitudes, la complejidad de su elaboración, su uso unidireccional (no dialógico) y la existencia de alternativas eficaces como las listas de verificación. Frente a esto, se defienden sus beneficios: su valor formativo como guía para el aprendizaje, su potencial para guiar procesos (no solo productos) y la importancia de involucrar a los estudiantes en su construcción.

Las rúbricas pueden aumentar la fiabilidad entre evaluadores, pero la evidencia sobre su validez es menos concluyente. Su beneficio mejor respaldado es la promoción de la autorregulación del aprendizaje cuando se utilizan en procesos de autoevaluación y evaluación entre pares, ayudando a los estudiantes a interiorizar criterios de calidad. Los estudiantes las perciben como instrumentos más justos y transparentes.

En conclusión, las rúbricas son herramientas valiosas, pero su efectividad no es automática. Para evitar el abuso, su implementación debe ir acompañada de procesos de formación para estudiantes y profesores, y de un análisis de su validez. El mero hecho de entregar una rúbrica no mejora el rendimiento; es crucial un uso activo y formativo que priorice el aprendizaje sobre la calificación. Se aboga por un uso reflexivo y técnicamente sólido de las rúbricas, centrado en su potencial para desarrollar la autonomía del estudiante.

Por otro lado, la lista de cotejo, también denominada lista de control o check-list, es un instrumento de evaluación fundamental que consiste en una enumeración de conductas, cualidades o características observables esperadas en los estudiantes durante una actividad o tarea. Su función principal es verificar de manera dicotómica (opciones como sí/no, cumple/no cumple, presente/ausente) la presencia o ausencia de cada elemento listado.

Destaca por su versatilidad, y permite evaluar los tres tipos de saberes: declarativos (hechos y conceptos), procedimentales (habilidades y destrezas) y actitudinales (valores y comportamientos). Puede utilizarse tanto para evaluar el desempeño en contextos específicos, como un laboratorio o una presentación oral, como para valorar productos finales tales como informes, trabajos escritos o proyectos.

Para construir una lista de cotejo efectiva se recomienda: planificar rigurosamente los criterios a evaluar; redactar indicadores claramente observables y con un mismo nivel de exigencia; evitar enunciados valorativos intermedios como "a veces" o "es posible"; y utilizar una estructura de tres columnas donde se listen los indicadores, se marque el cumplimiento (Sí) y el incumplimiento (No). Es crucial especificar el propósito de la lista, definiendo si se aplicará a procesos de ejecución o a productos terminados.

Existe una variante para evaluación grupal que incorpora columnas adicionales para cada integrante del equipo, facilitando la visualización del cumplimiento individual de los indicadores. Esta herramienta, por su simplicidad y claridad, se erige como un recurso invaluable para docentes que buscan evaluar de manera sistemática y objetiva el logro de aprendizajes específicos.

REFERENCIAS

 
Cano, E. (2015). Las rúbricas como instrumento de evaluación de competencias en educación superior: ¿Uso o abuso? Profesorado. Revista de Currículum y Formación de Profesorado. 19 (2), pp. 265-280
 
Lara Inostroza, F., Cabrera Pommiez, M. (2018). Guía de evaluación para los aprendizajes UDLA. Universidad de Las Américas. ISBN: 978-956-8695-04-0. https://docencia.udla.cl/wp-content/uploads/sites/60/2022/10/07_Evaluacion-V2-1.pdf
Última modificación: martes, 30 de septiembre de 2025, 19:08